Mal día para 30-1442

Camino por una calle sola y oscura, un brillo en el suelo me distrae, es un candado de bicicleta abierto y sin llave, me llama la atención su divertida forma en espiral y su color rojo, juego con el un rato como si fuera uno de esos resortes de colores que bajan escaleras

Al fin y cabo es basura así que lo tiro al piso, unos pasos mas adelante m pregunto para me podría servir ¿un candado de cicla rojo abierto y sin llave?, claro!, podría unirlo a una cicla desprevenida, o mejor aun ponérsela a uno moto en la cadena. De inmediato me devuelvo lo recojo del piso y lo meto en la maleta.

Al día siguiente me levanto temprano hacer mis labores mensajeriles, voy a plaza mayor, busco un lugar en el cual parquear sin pagar parqueadero, abajo del puente de san Juan me encuentro con un montón de motos, hago los tramites encomendados y me voy para la oficina

Busco en la maleta algo y me encuentro con mi amiguito de rojo, lo saco eh imagino como seria ponerlo en alguna moto, un compañero de trabajo me pregunta que es eso, le confieso mis oscuras intenciones y me regaña, después de un rato hace una sutil propuesta “póngasela a una moto de un tombo”, mentalmente me dirijo a donde me había parqueado hace unos minutos, al lado había una moto de policía algo descuidada por sus dueños, perfecto!, mientras fantaseaba, jugaba con el candado en mis manos, Click!, ese sonido me devuelve a realidad, “ahhh no chino lo cerro”, ahhh jueputa!!, “valla a una cerrajería pa que se lo abran”.

Salgo ah jugar en mi moto diske a repartir papeles y veo por ahí una cerrajería lo mas de elegantona, paro y expongo mi problemática a lo cual me dicen que solo lo pueden cortar, pero cortado no me sirve así que me voy, en el devenir mensajeriego me encuentro por el tradicional barrio de Niquitao, paro en una cerrajería apenas visible y le digo al señor ¡me podría hacer el favor de abrirme esto!, ¿le hago la llave?, ¡no solo abrirlo!, ahhh fácil. Saca una herramienta que alguna vez fue una cuchara pero la modificó para que quedara como una pinza de asaltador de casas, y como si fuera una película empieza a manipular la cerradura, yo me pierdo en la delicia de la escena, la herramienta, el método, la pericia, las manos llenas de grasa; Clic, otra vez ese sonido me devuelve a realidad, ¡ya!, ¿Cuánto le debo?, ¡tranquilo mijo!, ¡muchas gracias señor muy formal!

Me voy a fantasear y a seguir entregando papeles ajenos, pero hay un encanto en todo esto me toca volver a plaza mayor

Al fin llego al improvisado parqueadero, me hago al lado de la moto de policía, la emoción me invade, el corazón palpita como si hubiera visto a la mujer de mis sueños, saco la cámara y el candado, como la primera foto con nerviosismo y mucho visaje, se llego la hora de poner el candado, pero los nervios y la buena moral me hacen titubear me alejo a una banquita y diviso el panorama, es perfecto, no veo cámaras, hay poquita gente y ni un policía, respiro profundo y con afán salgo a poner el candado, tomo unas cuantas fotos y me voy…

Un orgasmo de maldad recorre mi cuerpo y una sonrisa me acompaña, hago mis vueltas otra vez. Después de camino hacia la moto se me ocurrieron otros planos, pero estando frente a la escena criminal me da miedo sacar la cámara, ¡ya puse el candado!, ¡ya tomaste fotos!, ¿Qué tiene de malo pulir la maldad?, me autoconvenci que era lo mejor, saco al cámara tomo unas fotos que me gustan mas, la guardo con calma y me monto en el juguete con motor, ¡buenos días!, escucho una voz ronca y fría, a lo cual respondo con un gesto tímido e incriminatorio, él me mira de arriba abajo, revisa con una mirada la moto de sus colegas y se va

Yo aliviado huyo con avidez, me sumerjo en el rompoi de la alpujarra mientras canto el gol.

Pensé que todo había terminado con un balance satisfactorio, pero en la tarde me toco volver al lugar de los hechos, dirijo la mirada hacia el parqueadero y veo dos patrulleros todos embalados rascándose la cabeza, a lo cual suelto una carcajada y sigo con mis quehaceres, me ponen hacer una fila de cómo una hora pero, estoy feliz y disfruto del momento

Al fin termino y me voy para mi casa de camino dirijo la mirada otra vez hacia los torpes patrulleros, pero ya no son dos, sino seis



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