Me levante del sofá y camine hasta el balcón. Era Negro.
Entonces que?
Parce aquí no se ha arreglado el partido
No nada, es que en la casa también esta malo...pero abrame.
Pere pues, ya bajo
Baje las escalas lentamente y me dirigí a la cocina. Saque una barra de bocadillo de la nevera ya casi del tamaño de un borrador de nata. Le quite la envoltura que aun cubría parte de su superficie y me lo lleve con avidez a la boca. Arrastrando mis pantuflas por el suelo, camine hasta la puerta y abrí.
Oe parce, ya hable con ese man
Con el pintor?
Sisas, me dijo que le dijera a usted que subiera en estos días pa presentárselo. Que al man le interesa mucho lo de las clases porque así de una vez él recuerda conceptos que ya se le han olvidado.
Yo mientras el continuaba con toda esa perorata lo invite a pasar dándole espacio entre la puerta y él para luego cerrarla y seguir tras su paso, y a todo esto continuaba masticando el bocadillo.
Es que sabe que? - continuo él – el man estudio en bellas artes, pero solo tres semestres, pero que ahora se quiere dedicar es a la pintura porque el man como que tiene a alguien que lo patrocina. ¿Ey que estas viendo?
Ah eso es un dvd que había grabado hacia mucho tiempo. Ahí hay material que vale oro.
¿Como es que se llama ese man?
Piñacué
El man lo estaba confundiendo con su hermanito...
Llegamos a mi segundo cuarto. Este es: una biblioteca con pocos libros que me gustan, una mesa de dibujo con papeles, dos sillas, y un escritorio sobre el que descansa un computador y que no esta contra la pared sino muy alejado de ella, torcido y repleto de papeles y libros encima. Nos acomodamos cada uno en una silla. El tomó la que daba frente a la pantalla del computador. Estaba prendido. Por primera vez lo pude examinar bien estando frente a él. Una pantaloneta azul corta, una camiseta blanca con un estampado “infantil”: una raqueta y una pelota con un “SMASH” bajo ellas, todo esto con un variado colorido y unas chanclas viejas.
que él pensó que vos eras tu hermano...!Ah! ¿no es un flaco peludo que toca guitarra?, y yo nada, ese es el hermano. El que yo le digo dibuja y...¿Como es que se llama eso que vos tenias por ahí?
Estiro su mano y cogió uno de los papeles sobre la mesa de dibujo. Paso su mano sobre este haciendo una señal
¿Grabado?
No, eso que son como unas ticitas...
Pastel.
Sisas, eso
Yo le dije que vos te llamabas Blanco – movía mucho la cabeza mientras hablaba y su olor a cigarrillo ahora me parecía mas nauseabundo – entonces ya sabe pa que caiga.
Ah que bien, le dije mientras me levantaba a recibir un poco de aire en el balcón y a echar una ojeada por si pasaba alguna niña con tetas elegantes. Ninguna. Volví a la luz del cuarto. Note que tenia una pequeña mancha de pintura en su cabeza. Luego vi lo mismo en las manos.
Parce tenes que presentármelo entonces en estos días.
Ey, ¿El internet también esta caído?
Si ome, yo no se que le paso a eso
Ah que guevonada. Saque el ajedrez y jugamos.
No aguanta. Eso le faltan unas fichas y así no pega. Ya antes he jugado con condensadores azules reemplazando peones pero no me gusta. Atenta contra la estética del juego.
Ba! que maricada – cogió unos lapices que descansaban sobre la biblioteca – ponemos estas cosas si algo.
No, ojo con esos lapices.
Bueno pues, ponemos otra cosa.
Espere pues yo voy y lo busco.
Baje de nuevo las escaleras. Me dirigí a la cocina. Cogí el tarro de agua que mi mamá siempre deja sobre el lavamanos, lo destape y tome un gran sorbo. Fui hacia el cuarto contiguo. Tras un tiempo, lo halle. Subí con el mientras lo admiraba. Me gusta mi ajedrez. Tiene un color ámbar que le inspira cierto respeto. Lo hace ver viejo como a mi las canas y mi columna encorvada. Lo había tenido olvidado mucho tiempo. Y ahora que había vuelto a mi el amor hacia este, lo vi abandonado en aquel cuarto en el que nada me pertenecía. Algunas piezas decidieron, quizás cansadas del encierro al que las sometí durante tantos años, rebelarse contra su amo y huir hacia otros cuadros. Las víctimas las desconocía porque mi desmemoria lo quiso así en ese momento.
Llegue a mi segundo cuarto. Le entregue el ajedrez. Volví por una silla a otro cuarto y la puse en medio de las dos. Lo abrimos regando con cuidado las fichas a un lado en el suelo. Desplegamos el tablero sobre la silla de tocador con superficie semi plana. Quedaba perfecto. Estaba precisamente en la altura que me gusta. Maquinalmente cogí las fichas blancas y las fui organizando en su respectiva casilla, con cuidado de que quedaran cercanas al centro del cuadro. Negro hacía lo mismo, aunque yo no lo veía, absorto en mi propio frente.
Ja!, parce sabe que fichas faltan?...un peón y el rey.
Mi mano derecha se aprestaba ya a poner la última ficha, el rey, ritual que repito en cada partida. La apoye en el tablero y con un empujón la lance sobre el mismo, llevándose en el camino a dos inocentes peones.
- No señor, una guerra se puede jugar sin peones, pero no sin rey. Sin Rey no hay guerra que valga la pena.
Entonces que?
Parce aquí no se ha arreglado el partido
No nada, es que en la casa también esta malo...pero abrame.
Pere pues, ya bajo
Baje las escalas lentamente y me dirigí a la cocina. Saque una barra de bocadillo de la nevera ya casi del tamaño de un borrador de nata. Le quite la envoltura que aun cubría parte de su superficie y me lo lleve con avidez a la boca. Arrastrando mis pantuflas por el suelo, camine hasta la puerta y abrí.
Oe parce, ya hable con ese man
Con el pintor?
Sisas, me dijo que le dijera a usted que subiera en estos días pa presentárselo. Que al man le interesa mucho lo de las clases porque así de una vez él recuerda conceptos que ya se le han olvidado.
Yo mientras el continuaba con toda esa perorata lo invite a pasar dándole espacio entre la puerta y él para luego cerrarla y seguir tras su paso, y a todo esto continuaba masticando el bocadillo.
Es que sabe que? - continuo él – el man estudio en bellas artes, pero solo tres semestres, pero que ahora se quiere dedicar es a la pintura porque el man como que tiene a alguien que lo patrocina. ¿Ey que estas viendo?
Ah eso es un dvd que había grabado hacia mucho tiempo. Ahí hay material que vale oro.
¿Como es que se llama ese man?
Piñacué
El man lo estaba confundiendo con su hermanito...
Llegamos a mi segundo cuarto. Este es: una biblioteca con pocos libros que me gustan, una mesa de dibujo con papeles, dos sillas, y un escritorio sobre el que descansa un computador y que no esta contra la pared sino muy alejado de ella, torcido y repleto de papeles y libros encima. Nos acomodamos cada uno en una silla. El tomó la que daba frente a la pantalla del computador. Estaba prendido. Por primera vez lo pude examinar bien estando frente a él. Una pantaloneta azul corta, una camiseta blanca con un estampado “infantil”: una raqueta y una pelota con un “SMASH” bajo ellas, todo esto con un variado colorido y unas chanclas viejas.
que él pensó que vos eras tu hermano...!Ah! ¿no es un flaco peludo que toca guitarra?, y yo nada, ese es el hermano. El que yo le digo dibuja y...¿Como es que se llama eso que vos tenias por ahí?
Estiro su mano y cogió uno de los papeles sobre la mesa de dibujo. Paso su mano sobre este haciendo una señal
¿Grabado?
No, eso que son como unas ticitas...
Pastel.
Sisas, eso
Yo le dije que vos te llamabas Blanco – movía mucho la cabeza mientras hablaba y su olor a cigarrillo ahora me parecía mas nauseabundo – entonces ya sabe pa que caiga.
Ah que bien, le dije mientras me levantaba a recibir un poco de aire en el balcón y a echar una ojeada por si pasaba alguna niña con tetas elegantes. Ninguna. Volví a la luz del cuarto. Note que tenia una pequeña mancha de pintura en su cabeza. Luego vi lo mismo en las manos.
Parce tenes que presentármelo entonces en estos días.
Ey, ¿El internet también esta caído?
Si ome, yo no se que le paso a eso
Ah que guevonada. Saque el ajedrez y jugamos.
No aguanta. Eso le faltan unas fichas y así no pega. Ya antes he jugado con condensadores azules reemplazando peones pero no me gusta. Atenta contra la estética del juego.
Ba! que maricada – cogió unos lapices que descansaban sobre la biblioteca – ponemos estas cosas si algo.
No, ojo con esos lapices.
Bueno pues, ponemos otra cosa.
Espere pues yo voy y lo busco.
Baje de nuevo las escaleras. Me dirigí a la cocina. Cogí el tarro de agua que mi mamá siempre deja sobre el lavamanos, lo destape y tome un gran sorbo. Fui hacia el cuarto contiguo. Tras un tiempo, lo halle. Subí con el mientras lo admiraba. Me gusta mi ajedrez. Tiene un color ámbar que le inspira cierto respeto. Lo hace ver viejo como a mi las canas y mi columna encorvada. Lo había tenido olvidado mucho tiempo. Y ahora que había vuelto a mi el amor hacia este, lo vi abandonado en aquel cuarto en el que nada me pertenecía. Algunas piezas decidieron, quizás cansadas del encierro al que las sometí durante tantos años, rebelarse contra su amo y huir hacia otros cuadros. Las víctimas las desconocía porque mi desmemoria lo quiso así en ese momento.
Llegue a mi segundo cuarto. Le entregue el ajedrez. Volví por una silla a otro cuarto y la puse en medio de las dos. Lo abrimos regando con cuidado las fichas a un lado en el suelo. Desplegamos el tablero sobre la silla de tocador con superficie semi plana. Quedaba perfecto. Estaba precisamente en la altura que me gusta. Maquinalmente cogí las fichas blancas y las fui organizando en su respectiva casilla, con cuidado de que quedaran cercanas al centro del cuadro. Negro hacía lo mismo, aunque yo no lo veía, absorto en mi propio frente.
Ja!, parce sabe que fichas faltan?...un peón y el rey.
Mi mano derecha se aprestaba ya a poner la última ficha, el rey, ritual que repito en cada partida. La apoye en el tablero y con un empujón la lance sobre el mismo, llevándose en el camino a dos inocentes peones.
- No señor, una guerra se puede jugar sin peones, pero no sin rey. Sin Rey no hay guerra que valga la pena.
buen final!!
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